sábado, 31 de marzo de 2007

TINIEBLAS III. EL FINAL....


Esta mujer se implicó en cuerpo y alma con su paciente, estuvieron charlando casi una hora; tiempo
en el que pudo contarle la experiencia de la tarde anterior con el abuelo, y el detalle de que pudo jugar esa partida y que recordó todo el entramado del juego.
- Marina, no quiero hacerte más ilusiones que las justas, pero no sabes que ese detalle del ajedrez es una fantástica noticia, eso puede ser un primer paso muy importante. Porque te recuerdo que cuando te trajeron acá, ni siquiera hablabas y mucho menos aceptabas el más mínimo acercamiento, ni para ofrecerte algo de comer.
Marina recordaba esos primeros momentos, aunque eran recuerdos vagos, es más ni siquiera sabía donde la encontraron, ni en que condiciones e incluso en que parte del mundo estaba...Era algo que hasta ahora no le había interesado pero desde este momento sintió la necesidad de saber más, por lo menos lo poco que hasta ahora le pudieran contar.
-Doctora desde que llegué acá, nunca he preguntado nada de como me encontraron, cuales fueron las circunstancias y como llegué aquí. -Hablaba de forma pausada, como rebuscando en su mente las palabras exactas y ordenarlas de forma correcta- Creo que ha llegado el momento de querer saberlo, quiero que me cuente todo lo que sepa, ahora si tengo esa necesidad.
Mientras, la luz del sol que entraba por la ventana se fue nublando, como augurio de su triste historia.
-Poco podemos decirte Marina. Te encontraron en un café, llevabas horas y horas sentada en una de las mesas, no sabías quien eras, no recordabas nada y con un pequeño equipaje de mano, el cual sabes lo que contenía pues son las escasas pertenencias que guardas celosamente en tu habitación. No hay más referencias.
Ahora no la miraba a los ojos, Su voz se iba haciendo cada vez más grave, temiendo hacer un daño irreparable en la frágil memoria de su paciente.
-Pero ¡no puede ser! ¡Luís debe andar buscándome, él me ama, lo dice en cada una de las frases que escribió en sus cartas!
Su llanto descontrolado, le impedía respirar, coordinar las palabras. La angustia se apoderó de su garganta, le faltaba el aire, su corazón empezaba a latir desbocado.
-¡Ese hombre me adora, soy la mujer de su vida!
Salió desesperada de la consulta, perdida. Corrió, todo le daba vueltas… las puertas de la clínica estaban cerradas, se giró hacia las escaleras, le parecieron interminables hasta verse refugiada de nuevo en su estancia, no quería saber nada del mundo, sentía que se acababa su vida, su ilusión.
Desde ese instante Celia supo que nada podría hacer por ella, esa hermana tan llena de vida hacía solo unos meses. Todo se fue al traste cuando él la dejó y desde ese momento su mente se paró en seco, las falsas palabras de amor fueron su refugio y allí decidió quedarse instalada de por vida.
Abandonó la consulta descorazonada; era tan triste ver que nada se podía hacer por ella, maldito trabajo en el que todo se derrumba y ves que todas las terapias son tan estériles para alguien tan querido.
Bajó a la sala, ahora tocaba lo peor, dar la noticia a su anciano padre.
Él la esperaba tan ilusionado para otra partida de ajedrez…
No hicieron falta palabras, cuando vio entrar a su hija menor, con solo mirarle a los ojos supo que el intento había quedado en eso, en una ilusión efímera y que jamás podría recuperar a su niña Marina.
Con paso cansino y cabizbajo salieron de la clínica.
Marina los observaba desde su ventana.
Pobre padre, tan mayor, que triste verlo así y su hermana, la niña que vio crecer y que cuidó con tanto mimo.
Pero sin Luís, no quería ese presente ni ese futuro. Después de él no había nada.
Y allí siguió sentada junto a los grandes ventanales, mientras las tinieblas volvían a aparecer.


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