domingo, 23 de enero de 2011

MOLIÈRE Y NUESTROS TIEMPOS


  Anoche impresionante estreno de "EL AVARO". El cervantes a rebosar.
Una representación que atraviesa los siglos sin detenerse. Nos encontramos frente a un avaro a la vez familiar y simbólico, pero en absoluto extrajero. Se descubre así una historia del pasado que atraviesa el muro el tiempo.
La avaricia tratada como una enfermedad sin cura alguna. Donde el poder del dinero prevalece sobre todas las cosas. rayando en el dolor y la locura


Toda la obra cargada de un sarcasmo y una ironía geniales. y puestas en escena de la mano del fantástico Juan Luis Galiardo, andaluz, gaditano...casi malagueño pues es nacido en San Roque. Hizo una representación magistral, en la que supo conjugar a la perfección el humor propio de Molière tan devastador y desbordante de locura.
Los demás personajes por supuesto a la altura  y muchos de ellos también andaluces.

Una puesta en escena muy original: puertas y pasillos decoraban el escenario, simulando los rincones y pasillos de la casa del avaro Harpagón donde todo puede espiarse, oirse, desvelarse, ocultarse...
En definitiva consiguieron darle vida y credibilidad a esa ilustre familia despreciada y decadente, y que se puede asemejar a muchas familias que podamos conocer. También marcadas por la transgresión y el egoismo.
Gracias por darnos la oportunidad de poder apropiarnos y disfrutarla como una obra de hoy. Rabiosamente actual, donde lo material cobra mucha más importancia que cualquier otro valor.

martes, 11 de enero de 2011

MOMENTOS


En realidad no era el restaurante que Héctor hubiese querido para invitar a  Ana. Le parecía pequeño, simple  pero, ella  estuvo encantada con el rincón que eligieron para su almuerzo. Y al final llegaron a la conclusión de que no habían podido elegir mejor lugar; pequeño, íntimo parecía preparado solo para ellos dos, pues ellos eran los únicos clientes del local.
No se cansaban de mirarse, en sus ojos se podía leer todo, eran como agua limpia, como un cristal a través del cual se divisaban sus almas.
Decidieron tomar arroz, acompañado de vino blanco...
La mesa era tan pequeña que gustosamente sus piernas se rozaban y sus manos tropezaban a cada instante, cada instante buscado por ambos como dos adolescentes.
Él sabía que todo iba a ser hermoso desde que se encontraran, así lo percibió desde el primer momento, desde ese primer encuentro en la estación de tren; pero no llegó a imaginar tanta intensidad, tanta ternura, tanta química.
Volvió a mirarla, esta vez ella estaba abstraída, probablemente pensaba en sus enanos, como cariñosamente llamaba a sus hijos.
Su perfil marcado por su nariz de tamaño perfecto, ese gesto de pasarse el pelo tras  su oreja tan suave, tan delicado......
Interrumpe su paz, el chico que llega con el vino, se acerca con cuidado, como temiendo  romper esos momentos de intimidad que eran tan evidentes para cualquiera ...pero ellos apenas salen de su ensimismamiento,  dan las gracias y sonríen al chico, con delicadeza, amabilidad....Héctor sigue embelesado con ella.
Para hacer la digestión, nada mejor que un paseo tranquilo por el jardín botánico de la ciudad, a la salida una ligera lluvia los obliga a resguardarse, bajo los balcones de los edificios. Un café cerca de su apartamento… empieza la cuenta atrás,  tiene un sabor amargo, amargo de despedida.
Hicieron el amor por última vez , queriendo recordar cada caricia, cada centímetro de sus cuerpos, cada gesto, cada movimiento, cada roce... pasión, amor, placer, alegría y llanto; llanto por esa despedida inevitable que se acercaba de manera angustiosa.
El camino a la estación en silencio, un silencio que asustaba. Y la despedida, terrible como si le arrancaran partes de cada uno de ellos, partes que se quedaban rotas en el andén. Solo las miradas hasta que la vista pudo retener sus imágenes... hasta que se perdieron en la distancia, en la oscuridad.