Con la sensibilidad más a flor de piel que de costumbre, no sabía por qué, seguramente serían los cambios que aún se estaban produciendo en su interior.
Quería plasmar lo que sentía, esa rebeldía que le llegaba hasta su corazón y las lágrimas caían a borbotones por sus mejillas. Era rabia, era impotencia ante su propio pasado,siempre se había preocupado por agradar a todo el mundo, ya desde pequeña, en sus años de adolescente... Siempre llevó una carga demasiado pesada. Carga inútil que hasta ahora había arrastrado sin ninguna razón lógica, pues era algo que de nada le servía, más al contrario la paralizaba y la hacía sentirse pequeña e insignificante.
Pero como todo en esta vida toca a su fin y sentía que había llegado el momento de vestir nuevos ropajes.
Ropajes más ligeros, más alegres y más vivos que nunca.
Despues de haber sufrido un cambio físico, sentía que ese cambio también desembocaba en uno interno, en una etapa que sin duda sería más rica, más intensa... y sobre todo más auténtica.
Era lo que era, era como era y debían aceptarla como tal. Ahora empezaba a quererse, quizás como nunca antes se había querido. Dificilmente puede nadie amarte si no te amas primero tu mismo.
Sentía que su vida más íntima había sido una farsa. Ahora no necesitaba que nadie la alabase ni que sintiesen lástima por ella. Solo necesitaba que la aceptasen tal y como era. Porque ahora era ella la que quería marcar el compás de su propia música sin pretender gustarle a nadie sino a ella misma... Hoy se sentía orgullosa.
