lunes, 17 de septiembre de 2007

MI PRIMER DIA CON LOS ENANOS



Ha sido una mañana de no parar. Ya desde temprano andaba ciertamente nerviosa, como un niño en su primer día de colegio.
Muchas de las madres me observaban con cierto asombro por verme allí delante de la fila de sus hijos. Estoy en el colegio de mi barrio.
Estoy contenta porque por primera vez iré caminando al trabajo, sin tener que soportar atascos ni estrés a primera hora de la mañana.......pero me siento un poco encerrada, es la sensación de no desconectar en todo el día.
Tengo una tutoría muy salada, aunque un reto por delante. Dos de los alumnos son de educación especial. Uno de ellos con un retraso escolar bastante considerable, además con una deficiencia física en su brazo izquierdo, apenas tiene movilidad en él. Es árabe y tiene una mirada muy triste.
El otro es Antonio y aunque aparentemente es un niño como los demás, tiene el sindrome de Asperger, por lo que necesita una atención muy individualizada. Se aisla con facilidad...

Por la tarde, me fuí con mis hijos que iban a entrenar a la escuela de atletismo, allí he podido relajarme por un par de horas, sentada en las gradas, con música de fondo y con mi libro...
El bajón de ayer se ha amortiguado un poco, sin duda el trabajo es mi mejor terapia para salir a la superficie.
Empiezo cargada de ilusiones, porque sin ellas creo que no sería capaz de llevar a cabo mi trabajo. El entusiasmo es básico y solo espero poder transmitírselo a mis alumnos y que además de aprender muchas cosas nuevas, vengan felices a la escuela

domingo, 16 de septiembre de 2007

ENCUENTROS QUE DESENCUENTRAN


Quisiera escapar de todo huir, correr hasta quedar exhausta y no sentir nada.
Llegar a algún lugar desconocido, de mar azul, limpio, lejano. Y empezar de nuevo.
No sentir la soledad, no sentir que siento.
Ser una mujer dura, insensible, y que nada afectase a mi interior.
No poner sentimientos, no apostar por quien crees que merece la pena.
Dar y no recibir ni una mínima parte de lo que se entrega.
El amor desinteresado, hasta cierto punto. Basta de frases hechas, basta de etiquetas que no sirven en el día a día.
Hoy no lo creo. El amor es interesado y debe tener cierto punto de egoismo, de esperar recibir, de intercambio de sentimientos.
A veces pienso que no soy de este mundo.
Y que todo lo que me rodea me resulta tan ajeno, tan distante.
Cierro los ojos y pienso en tanto tiempo ...

miércoles, 5 de septiembre de 2007

INTERIORES

Apenas había podido conciliar el sueño en toda la noche.
En parte por el calor y en parte por el entusiasmo que le invadía, y que no dejaba de llevarle a su memoria momentos ya vividos y sobre los que podía construir los que le quedaban por llegar.
Se dió un ducha.
Mientras lo hacía su sonrisa se reflejada en el espejo del baño.
Secó despacio sus piernas, dando suaves toques con la toalla recordando esa misma imagen, hace unos meses cuando lo descubrió mirándola embelesado.
-Estás tan seductora. Esta imagen quedará grabada en mi memoria. (Le susurró al oído)
Aún iba bien de tiempo, pero sabía que los 100 km que los separaban le llevaría una hora por lo menos, eso sin contar con ningún imprevisto en el trayecto.
Buscó sus braguitas de encaje negro y el sujetador que según él le decoraba sus hermosos pechos de una forma espectacular.
El vestido de gasa semitransparente, unas sandalias blancas y un ligero toque de su perfume favorito.
Un último vistazo delante del espejo, antes de salir....
Se abandonó en sus pensamientos más íntimos, mientras conducía bajo los efectos del cd que sonaba, lo había grabado para él, con canciones elegidas meticulosamente. Le llevaba, además una botella de vino verde y una corbata (él las odiaba, pero eran uno de sus accesorios casi obligados en sus tantas reuniones de trabajo, así que le sería útil).
El calor de su ciudad no era nada comparado con el que la recibió en su destino; pero era lo de menos, el verdadero calor estaba instalado en toda su piel, recordándole continuamente los días que habían pasado desde la última vez que hicieron el amor...
Bajó del coche y se dirigió hacia el lugar donde se habían citado... Hubiera preferido que él la esperase y entrasen juntos al hotel; pero no era cosa de tomárselo a mal, era un detalle sin importancia. No pensaba echar a perder ese día por pequeñeces.
Absorta en sus pensamientos no se percató de su presencia hasta que no lo tuvo delante. La venía acompañando desde que bajó del coche, a una distancia prudencial. Así era él, deliciosamente imprevisible. Se hubiera arrojado a su cuello y se lo hubiera comido a besos, allí mismo, en plena calle. Pero no, controló sus instintos más primarios y anduvo a su lado comportándose con discreción, era parte de su juego ese juego en el que ellos dos eran los únicos participantes.
Los escasos metros que los separaban del hotel, le parecieron interminables. Desde el instante en que sentía su presencia, ya no existía nada ni nadie.

Mientras caminaban, recordaba parte de su pasado.
En los últimos dos años su vida había dado un giro de 180º, y no solo propiciado por los cambios que le llegaron del exterior sino también por su propia madurez y por todas las experiencias vividas.
Nunca fue tan consciente de su existencia como ahora. Nunca se había sentido tan protagonista de su vida, disfrutando de cada momento.
Ahora sentía esa libertad, ese poder permitirse el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de debilidades, de equivocarse, de hacer incluso cosas indebidas sin sentir la necesidad de responder a las expectativas de los demás. Y sobre todo, aprendió a quererse mucho.
Se alegraba enormemente de ese camino andado, asumiendo todas sus contradicciones.
Siempre había sido una mujer llena de sueños, y aunque no renunciaba a ellos; ya no corría tras ellos. Ahora dejaba correr la vida sin retenerla.
Conoció a Jabel a punto de empezar la primavera, con las primeras flores. Y así se fue abriendo su corazón despacio, como las flores se abren para ofrecer todo su aroma y su esplendor.
Era un hombre diferente a todos los que hasta ahora habían pasado por su corta experiencia emocional.
Lo que más le atrajo de él en un primer momento fue su sensibilidad hacia todo lo que le rodeaba, hacia los animales, el paisaje, la música, la vida en general. A la vez era un hombre tremendamente seguro de si mismo y eso le atraía enormemente, como si de un imán se tratase.
Había pasado medio año y cada vez que se encontraban era más intensa su conexión y en ninguno de esos encuentros habían dejado de hacer el amor de forma apasionada, como si cada uno de esos momentos fuese el último que les quedaba por vivir.
A veces sentía miedo de volver a enamorarse, de volver a entregar su corazón bastante maltrecho. Eran muchos los miedos que aún anidaban en su interior, miedos que en sus momentos de soledad le recordaban, todo ese pasado oscuro, incierto; donde creyó en sus sueños y de los que nunca salió bien parada. Cuando llegaba a este punto en sus pensamientos, se rebelaba y sin pretender arrepentirse de lo pasado, intentaba enterrarlos.
Jabel era un hombre que le hacía sonreir, sobre todo a su corazón.
Sabía que no debía retenerlo, debía dejarlo marchar libremente, no poseerlo porque lo perdería; además tampoco quería tener un prisionero. Con él aprendió a liberarse de la manía de poseer.
Era el símbolo de la desnudez, libre de toda traba y de todo impedimento anterior. Esa desnudez como inocencia, como pureza, como predisposición a aceptar unos nuevos ropajes, una nueva forma o etapa de vida, una nueva esperanza.
Pero en el fondo de su alma desearía agarrarlo fuertemente, no dejarlo marchar nunca, que esa noche fuese eterna...