jueves, 29 de marzo de 2007

TINIEBLAS II


...La despertó el alegre canto de los pájaros, felicidad, era exactamente la palabra que mejor describía su estado.
Por primera vez desde que su mente recordaba tenía esa sensación. Sentirse así era algo fantástico. Por primera vez tenía ganas de levantarse, de ducharse, e incluso tenía hambre. Sencillamente maravilloso.
En su mente solo estaba encontrase con el abuelo, que por cierto ni siquiera sabía su nombre... Aunque eso no era importante y ahora que recordaba, tampoco ella se había presentado, en realidad aún le costaba dar el nombre de Marina, le resultaba tan impersonal. Solo unas cartas, sí llenas de amor, pero solo eso unos papeles a fin de cuentas.
Sabía que esta mañana irremediablemente tenía que pasar por la consulta del doctor, era algo que le inquietaba enormemente, aunque era amable, lo sentía distante sin entusiasmo por lo que hacía, pero sabía que era algo obligado.
Hacía un día caluroso así que eligió una camiseta de tirantes y unos vaqueros gastados, se recogió el pelo en una coleta. En ese momento sonaron unos golpes secos en la puerta de su habitación, era la señora pilar. La mujer que se encargaba no solo de la limpieza de la habitación, la señora pilar se había convertido casi en una madre, de unos 60 años, siempre estaba pendiente de su estado, de sus obligaciones, que eran bien pocas.
-Marina, le recuerdo que tiene que visitar al doctor, ya no puede evitarlo más, si no lo hace solo conseguirá problemas y que su estado general empeore.
Solo por la forma en que se lo pedía era imposible negarse.
-Si Pilar, no se preocupe hoy me siento con más ánimos para ver al señor “cara de acelga”.
La señora, pareció no escuchar este último comentario, solo le hizo el gesto de que salieran y bajaran a desayunar. Y de nuevo esa frase ¡ufff! ” No deberías tomar el café con leche, eso es un crimen”.
Bueno, preparada para mi visita, lo que quería era que pasase lo más rápido posible para ir a buscar a su amigo.
Hay suerte, nadie más en la sala de espera, y la puerta entreabierta, señal que no había ningún paciente.
-¿Se puede?
-Si claro pasa por favor.
Una chica joven, de sonrisa amable la miraba atentamente.
-Perdón, yo venía buscando al doctor Serrano ¿No está?
-Me temo que no, y también me temo que no va estar en lo sucesivo. Soy tu nueva doctora. Mi nombre es Celia.
En verdad, esa chica no imaginaba lo poco que ella sentía ese cambio, pareciera que todo empezaba a serle favorable, por lo menos no tenía nada que ver con el aspecto del
Doctor Serrano.
Era muy joven, no debía pasar de los 27 ó 28 años, pelo abundante y rizado, gafas y una mirada limpia. No sabia por qué, pero esa chica le hacía sentirse a gusto, en confianza para poder contarle muchas mas cosas o sensaciones que al doctor, y aunque eso no ayudase a su recuperación, por lo menos sospechaba que ahora si iba a ser escuchada.
-¡Y bueno Marina!
Fue la doctora la que la despertó de sus pensamientos. Se sintió ridícula, no sabía cuanto tiempo había estado abstraída.
- Cuéntame que tal te encuentras hoy, he estado revisando tu historial y bueno poco se puede sacar en claro.
Su semblante serio, reflejaba interés y profesionalidad, cosa que le sorprendió por su juventud.
-Realmente no se cual debía ser mi estado...bueno si lo sé -Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas de forma incontrolada, mientras seguía echando fuera toda esa rabia contenida- Esta maldita memoria me ha jugado la peor de las pasadas de mi vida...si quisiera ponerse a funcionar...todo sería tan fácil
-Las causas de la amnesia, pueden ser muy variadas, así como las formas de recuperación –le interrumpió la doctora-
Su mirada y su sonrisa, la hacían sentirse cómoda, relajada; como si la conociera de hace tiempo
- De todas formas, continuó Celia, poco podemos hacer sin referencias de tu pasado, es más aunque las tuviésemos, de nada servirían si en tu memoria no están. Porque de lo que se trata, es que vuelvan tus recuerdos, que tu mente empiece a funcionar.
Y otra cosa, es imprescindible que tomes la medicación, y según tengo entendido, evitas tomarla siempre que puedes.
Marina escuchaba atentamente los consejos, y aunque nada nuevo le decían, sabía que tenia toda la razón, y desde ese instante se juró no volver a dejar de tomarla.La consulta duró más de lo que jamás hubiera durado con el doctor Serrano.

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