No
le gustaba que nadie se inmiscuyera entre sus fogones. La cocina era
su templo. Donde podía derrochar su creatividad e incluso amortiguar algún que otro desasosiego. Allí se olvidaba del mundo..
La
mezcla de olores entre sus cacerolas la hacia sentirse bien.
No
había pasado mucho tiempo....Pareciera más bien que se detuvo.
Los minutos se convirtieron en días y los segundos en horas interminables que la ataban aún más a su pasado.
Era una noche clara, una noche de luna llena la que le hacía compañía en estos momentos de soledad, de quietud y de calma.
Atisbaba un entusiasmo poco usual, y a pesar de los miedos, y las sombras que a veces acechaban sus pensamientos más íntimos, sentía que su corazón seguía brindándole ese entusiasmo que solo podía recordar en una época muy remota.
Hoy quería recordarla, esos años de su niñez, donde la vida transcurría sin prisas, en el pequeño pueblo que la vio nacer, con sus calles estrechas y empinadas.
Los minutos se convirtieron en días y los segundos en horas interminables que la ataban aún más a su pasado.
Era una noche clara, una noche de luna llena la que le hacía compañía en estos momentos de soledad, de quietud y de calma.
Atisbaba un entusiasmo poco usual, y a pesar de los miedos, y las sombras que a veces acechaban sus pensamientos más íntimos, sentía que su corazón seguía brindándole ese entusiasmo que solo podía recordar en una época muy remota.
Hoy quería recordarla, esos años de su niñez, donde la vida transcurría sin prisas, en el pequeño pueblo que la vio nacer, con sus calles estrechas y empinadas.
Pensaba
Catalina que seria bonito poder inventar una melodía que adornase
esos recuerdos esos espacios que aún quedaban por llenar.
Así
que sin mas demora decidió ponerse manos a la obra.
Sería
una receta sencilla, porque asi transcurrió su infancia.
Esas
tardes de verano en que acompañaba a su abuelo a regar el huerto de
la "Fuente Pintá"....calabacines, berenjenas, cebolletas y
puerros... ¡tenían un olor tan intenso y especial!
Ingredientes
para la salsa.
1-
dos calabacines medianos.
2-
una berenjena.
3-
Dos puerros .
4-
Una cebolleta tierna.
5-
Media taza de aceite de oliva virgen extra.
7-
sal , un poquito de pimienta y una pizca de nuez moscada.
8-
500 ml de nata ligera (de cocinar).
9-
una yema de huevo
Cortó
cada uno de los ingredientes en trozos muy pequeños, los
salpimentó y los echo a la cacerola donde previamente habia puesto
el aceite, ese aceite con sabor a nuevo, a recien sacado del molino.
Y a fuego muy lento los dejo hacer. Porque las cosas que se aman de
verdad hay que hacerlas con mimo, sin prisas y con cariño.
Cuando
ya estuvo toda esa verdura bien pochada, la sacó y escurrió bien de
aceite.
En
esa misma perola vertió la nata y seguidamente, antes que empezase a
hervir le puso la yema de huevo y removió muy rápido para que se
mezclase... Esa yema de huevo iba en honor de la cancioncilla que
tantas tardes de verano cantaban en la rueda.
“eres
ma chica que un güevo y ya te quieres casar,
Anda ve y dile a tu madre que te remate criar,
Fuego carbón, maquinita, fuego que se apaga el tren,
Fuego la niña bonita, no se puede detener,
No se puede detener.
Fuego carbón, maquinita, fuego que se apaga el tren”
Anda ve y dile a tu madre que te remate criar,
Fuego carbón, maquinita, fuego que se apaga el tren,
Fuego la niña bonita, no se puede detener,
No se puede detener.
Fuego carbón, maquinita, fuego que se apaga el tren”
Un
poco de nuez moscada y ya estaba lista la salsa. Le fue echando la
verdura poco a poco y removiendo bien todo, hasta que quedo una salsa
homogénea.
Sabia
que aquella mezcla podía quedar bien con cualquier cosa.
Decidió
cocer unos raviolis frescos rellenos de setas, de esas setas que llegado el otoño y con las primeras lluvias salían a buscar.
Una
vez cocidos, les puso la salsa por encima.
Esta
va por ti abuelo.
Buen
provecho!!!!