martes, 15 de julio de 2014

RAVIOLIS AL HUERTO DEL ABUELO

No le gustaba que nadie se inmiscuyera entre sus fogones. La cocina era su templo. Donde podía derrochar su creatividad e incluso amortiguar algún que otro desasosiego. Allí se olvidaba del mundo..
La mezcla de olores entre sus cacerolas la hacia sentirse bien.

No había pasado mucho tiempo....Pareciera más bien que se detuvo.
Los minutos se convirtieron en días y los segundos en horas interminables que la ataban aún más a su pasado.
Era una noche clara, una noche de luna llena la que le hacía compañía en estos momentos de soledad, de quietud y de calma.
Atisbaba un entusiasmo poco usual, y a pesar de los miedos, y las sombras que a veces acechaban sus pensamientos más íntimos, sentía que su corazón seguía brindándole ese entusiasmo que solo podía recordar en una época muy remota.
Hoy quería recordarla, esos años de su niñez, donde la vida transcurría sin prisas, en el pequeño pueblo que la vio nacer, con sus calles estrechas y empinadas.
Pensaba Catalina que seria bonito poder inventar una melodía que adornase esos recuerdos esos espacios que aún quedaban por llenar.
Así que sin mas demora decidió ponerse manos a la obra.
Sería una receta sencilla, porque asi transcurrió su infancia.
Esas tardes de verano en que acompañaba a su abuelo a regar el huerto de la "Fuente Pintá"....calabacines, berenjenas, cebolletas y puerros... ¡tenían un olor tan intenso y especial!

Ingredientes para la salsa.
1- dos calabacines medianos.
2- una berenjena.
3- Dos puerros .
4- Una cebolleta tierna.
5- Media taza de aceite de oliva virgen extra.
7- sal , un poquito de pimienta y una pizca de nuez moscada.
8- 500 ml de nata ligera (de cocinar).
9- una yema de huevo
Cortó cada uno de los ingredientes en trozos muy pequeños, los salpimentó y los echo a la cacerola donde previamente habia puesto el aceite, ese aceite con sabor a nuevo, a recien sacado del molino. Y a fuego muy lento los dejo hacer. Porque las cosas que se aman de verdad hay que hacerlas con mimo, sin prisas y con cariño.
Cuando ya estuvo toda esa verdura bien pochada, la sacó y escurrió bien de aceite.
En esa misma perola vertió la nata y seguidamente, antes que empezase a hervir le puso la yema de huevo y removió muy rápido para que se mezclase... Esa yema de huevo iba en honor de la cancioncilla que tantas tardes de verano cantaban en la rueda.

eres ma chica que un güevo y ya te quieres casar,
Anda ve y dile a tu madre que te remate criar,
Fuego carbón, maquinita, fuego que se apaga el tren,
Fuego la niña bonita, no se puede detener,
No se puede detener.
Fuego carbón, maquinita, fuego que se apaga el tren”

Un poco de nuez moscada y ya estaba lista la salsa. Le fue echando la verdura poco a poco y removiendo bien todo, hasta que quedo una salsa homogénea.
Sabia que aquella mezcla podía quedar bien con cualquier cosa.
Decidió cocer unos raviolis frescos rellenos de setas, de esas setas que llegado el otoño y con las primeras lluvias salían a buscar.
Una vez cocidos, les puso la salsa por encima.
Esta va por ti abuelo.
Buen provecho!!!!




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