miércoles, 9 de mayo de 2007

UN CUENTO...CON SABOR A MAR


Érase una vez, en un pequeño pueblo de la costa, al sur, que vivía una gaviota.
Era tierna y sencilla, por eso todos la llamaban Dulce.
Dulce era una gaviota feliz, en su pueblo con sus amigos. Disfrutaba del sol, del mar Mediterráneo que bañaba sus playas, de su olor, su color.
Allí tenía todo lo que necesitaba.
Nuestra amiga era muy sensible y lo mismo lloraba con sus amigos que reía.
Una tarde de Abril, salió a volar sola, disfrutaba de una maravillosa puesta de sol.
Bebía del agua fresca y salada y comió algún pececillo sabroso.
Tanto disfrutaba de su volar que no vio acercarse a un enorme pájaro, era un tipo desconocido, pero en su mirada solo se veía bondad, sí tenía una mirada preciosa. Sin duda era buena gente en quien confiar.
-¿Quién eres?-preguntó Dulce-
-Soy Halcón –contestó con voz serena-
Le contó que venía de un lugar muy lejano donde las montañas le impedían ver el mar, pero que no por eso dejaba de ser un lugar muy bello.
Continuaron conversando y Dulce se sentía tan a gusto con su nuevo a migo que lo invitó a volar con ella. Sin ninguna duda le caía bien porque era muy simpático y atento.
Al cabo de unos días esa amistad se convirtió en algo más intenso.
Él siempre le decía palabras bonitas y cariñosas, también le hablaba de su hogar, sus montañas. Le cantaba al oído bellas canciones de amor, y le recitaba poemas.
Dulce se sentía tan feliz y enamorada que anhelaba conocer ese lugar. Y decidieron emprender el viaje. Se dejó llevar por el mejor compañero que nunca hubiese podido imaginar. Ya nada ni nadie pudo detener su volar.
Por fin llegaron a su destino. Era un lugar totalmente diferente a lo que Dulce conocía, pero increíblemente bello. Había pájaros de múltiples colores. Era un sueño hecho realidad.
Pero ocurrió que cuando dulce tenía que alimentarse y beber agua, debía hacer un largo vuelo hasta el mar y aunque su amado halcón siempre la acompañaba y disfrutaban juntos, resultaba tan penoso que ella empezó a plantearse la responsabilidad que suponía hacer todos los días ese viaje para subsistir
Decidió volver, era lo más sensato.
Fue una linda experiencia que se prometieron repetir algún otro mes de abril.

4 comentarios:

Bambu dijo...

Como siempre las obligaciones se imponen a todo lo demás... todos hemos renunciado alguna vez al halcón, no? Un saludo!

kether dijo...

Creo que todos hemos tenido, algún halcón en nuestras vidas...Pero nunca debemos renunciar a esas pequeñas locuras...Y luego siempre queda el recuerdo de haberlo intentado.
Saludos para tí también desde Málaga. Y Gracias por dedicar algo de tu tiempo a leerme.

Mari Triqui dijo...

Me temo que la gaviota ha escuchado a su estómago y a su cabeza pero no al corazón...
Un saludo desde Gran Canaria.

kether dijo...

Ay Glora! Cuanta razón tienes!!Esa gaviota se dejó llevar por ciertas responsabilidades. A veces hay que pararse a pensar en la escala de valores o prioridades que tenemos en nuestras vidas. Ese estómago, esa cabeza, pueden ser simbolismos, como hijos pequeños por ejemplo, y que aún te necesitan.
A veces es inevitable anteponer la razón al corazón........
Un besote y gracias por leerme y darme tu opinión.