Sentada junto a los grandes ventanales, por donde el sol se cuela derrochando su luz de forma insolente. La mirada perdida en algún recoveco de mi mente. En mis manos una taza de café. Me la acerco lentamente como si el camino por recorrer fuera infinito...
Después de un fin de semana tranquilo, desconectada del mundanal ruido. Vuelvo a la realidad, a mi realidad. Con mis prisas, mis responsabilidades y mi entusiasmo por mi trabajo. En verdad no se que haría sin el contacto diario de mis alumnos, esa rutina llena de sorpresas, de imprevistos y rodeada de esa ingenuidad y frescura que transmiten los niños.
Ahora organizamos el día de la Paz y la no violencia, tema básico dentro de la educación en
valores. Preparamos un mural con una paloma envolviendo al globo terráqueo; después escribiremos la palabra paz en un montón de idiomas diferentes... Lástima que no podamos escribirlo en armenio, pero no se me ocurre como M. pueda enviármelo.
Me pregunto si estos hombres y mujeres del futuro, realmente serán capaces de cambiar este mundo lleno de violencia e intolerancia.Este mundo en el que lo que cuenta son las cosas que tenemos a nuestro alrededor, en vez de las personas; donde el dinero es el mas valorado indicador de algo o de alguien.
En ellos está la posibilidad de cambiarlo y ojalá este trabajo no caiga en saco roto, no quiero perder la esperanza de imaginar un mundo mejor.
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